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SUS ABOGADOS LABORALISTAS EN MADRID

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INDICE DEL LIBRO

Páginas: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97.

Discurso, leido por el Presidente, Excmo. Sr. D. José Canalejas y Méndez,
en la Sesión Inaugural del Curso de 1894 a 95, celebrada el 10 de Diciembre de 1894,
de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
ASPECTO JURIDICO DEL PROBLEMA SOCIAL. de José Canalejas y Méndez.


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justicia las reclamaciones de los primeros sean las únicas que se abren camino. Sin embargo, la duración del trabajo, la escasa higiene de la vivienda, la deficiente alimentación, las vejatorias imposiciones que el criado de labranza o el doméstico han de soportar, exigen una mirada compasiva de los filántropos y una protección eficaz del legislador. ¿Quién de vosotros que haya visitado nuestras colonias agrícolas, que conozca las interioridades de ciertas familias acomodadas y aun resplandecientes de vanidad y de lujo, podrá sustraerse a la indignación que produce en todo ánimo generoso el espectáculo de una verdadera esclavitud, y hasta me atrevo a decir de una inicua explotación a que viven sometidos seres desdichados a quienes se niega oxígeno en el tugurio donde duermen, alimentación suficiente, cultura moral, expansiones sociales y hasta el honor si la desgracia se aumenta en la sirviente por los atractivos de su belleza? No bastan contra tales abusos las flagelaciones de los moralistas, y se han menester las garantías y las limitaciones del derecho positivo y sancionador; la máquina inconsciente merece a la inspección técnica gubernamental oficios de vigilancia para que no estalle, y el ser moral consciente, criatura humana amparada por la protección divina, se consume y se degrada sin que sus aflicciones desconocidas y ni aun sus lamentos clamorosos, violenten el quietismo y la impasibilidad del poder social.
No es, sin embargo, el cronómetro quien ha de medir la productividad del trabajo y la forma de su remuneración.
En el esfuerzo humano, de igual modo que en la revolución de la máquina, depende más la actividad, de la energía del impulso que del transcurso de las horas, quedando al tiempo reservada una importancia evidente, porque la duración de la jornada laborable limita las horas del reposo, del sueño, de la instrucción, del recreo y de la vida social y porque somete en más o en menos el organismo a las influencias insalubres del taller, la explotación o la fábrica.
El problema de la jornada del trabajo se compenetra, pues, con el de la productividad del trabajo mismo, sobre todo en cuanto se relaciona con la remuneración por el trabajo aquistada. Existen, no cabe dudarlo, servicios personales que pueS den ser medidos sin otro factor que el tiempo (la custodia de un edificio, por ejemplo), pero son las más frecuentes aquellos en que la intensidad de la producción es la norma que determina la recompensa del obrero.



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